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martes, 11 de octubre de 2016

Con la gaviota vigía

Acompañada de la gaviota vigía me siento en mi casa de verano, una plataforma de madera a distintos niveles colocada sobre una cetárea que se llena con la pleamar convirtiéndose en la mejor piscina imaginable. También hay acceso al mar por unos escaleras de piedra donde te puedes dejar mecer por el agua. La gaviota y yo vigilamos los barcos que entran y salen del puerto. Y a los cormoranes que se sumergen en el água pescando peces. Me gusta contar hasta que salen, 25 normalmente. Me encantaría poder hacerlo yo también. 

Algún día. Me imagino nadando en mi piscina al amanecer o inundar de velas los muros de piedra y nadar de madrugada... A veces me siento en el muro y me dejo llevar por el ritmo de las olas y del agua, siento la brisa, el sol con su luz y su calor y recupero el ritmo de la vida. 

No debe de ser sólo mi lugar favorito, se está llenando de vecinos con sus ruidos, como las gaviotas cuando pelean por el mejor sitio...........

Por qué canta la sirena

Ya viene, sigilosa, inofensiva al principio, insistente después. La niebla viene lentamente, como el frío, que va y viene como las olas, silenciosa pero voraz como la tristeza o como el miedo, impregnando todo lo que toca con su densa humedad, con su frío molesto, haciendote sentir indefenso. Si te detienes puedes verla, olerta e incluso escucharla. Como un ceño fruncido, como un silencio, una ausencia, un mal gesto. A veces va y viene como sin ganas y se va y crees que la has vencido. Otras viene para quedarse; se cobija en los pliegues de la ropa, de la carne y también del cerebro. Y duelen los huesos y el alma y siguen doliendo aún cuando ya hace tiempo que se ha ido. Hace falta un buen sol, un buen abrazo, una buena, honda y larga risa para apaciguar sus marcas. 
La humedad como el frio, el miedo y la tristeza tardan en secar, en calentar, en calmar. Y a pesar del sol a veces dejan manchas, huellas y producen escalofríos al recordarlas. Pero hay una pócima secreta para convatirla, para hacerla pequeña: cantar bien alto, a pleno pulmón hasta que nos oigamos nosotros mismos a pesar de la desorientación. Como hacen los barcos cuando la niebla los aborda.

jueves, 6 de octubre de 2016

Cielo empedrado


Iba como una loca,saltando de nube en nube. Incluso tras estar a punto de caerse. Y es que son tan suaves, tan cómodas , tan mullidas y agradables. En verano son fresquitas y en invierno dan un calorcito. Te envuelven y acarician y si no te espabilas te acunan hasta perder el conocimiento y te engullen. Hay que andar rápida . 

Pero ella saltaba sin pararse a pensar. Tan pronto saltaba ya se borraba la huella que había dejado al caer. Era como pisar arena virgen siempre. Y así siguió saltando hasta caer rendida en la más grande. Y con las fuerzas que le quedaban fue rodando sobre ella hasta llegar al borde. Allí se detuvo y miró y tras pensarlo sólo un poco y antes de la nube la engullera , se dejó caer. 


Y despertó y se desperezo lentamente y se metió en la ducha, en silencio. Aun estaba cansada de tanto saltar. 

Hoy no iría a correr.

domingo, 2 de octubre de 2016

Una tarde en otoño

Ya se ha puesto el sol. Pero quedan los colores del cielo que hoy son rosas y morados, imposibles de creer, imposibles de dejar de mirar. 

Y mientras miro, hoy otra vez siento frio en la nariz, en las orejas y pronto en las manos y pies. Y mientras siento frio veo salir una chica del agua que va descalza cruzando la carretera en busca de su coche.

Viernes a las 21:00

La marea esta baja. Las piedras del fondo se dejan ver. Se podría ir nadando hasta ellas si acercarse no fuera tan peligroso. Pero a las gaviotas no les importa. Se posan sobre ellas. Qué se dirán? Se pelearan por la mejor roca. Para comer? Para vigilar? Por el sol? Las gaviotas harán planes para el día de hoy? . En la orilla un hombre prepara una piragua y se lanza al agua remando y sorteando las barcas . Se dirige al mar? A la Rúa? No se ve el fondo. Una niebla densa no permite ver más allá de la isla y el muro del puerto. Se oye la bocina de los barcos que entran o salen de la ría, puntualmente, cada minuto, para marcar su situación, pero no se les ve. El sol se refleja en las paredes y en el agua al fondo pero no en la arena, aún no ilumina la Blanca arena. Cuando lo haga parecerá que definitivamente se han encendido todas las luces. Ya queda poco, el sol está empezando a calentar mis orejas. Pero falta mucho si quiero esperar a que caliente mi espalda. Ya voy sintiendo frío y ya escucho el ruido de los coches con su prisa que habia conseguido ignorar hasta ahora . 

Es hora de marchar.